M. en C. Lilian Guadalupe López Chávez
04/julio/2019
Representación de los jardines de Iztapalapa.
Los jardines del antiguo México se denominaban, en general, xochitla que significa “lugar de flores” (de ahí el nombre del popular parque ecológico de Tepotzotlán, Edomex). Una variante de este nombre era xoxochitla, que significa “lugar de muchas flores”: en náhuatl, algunos sustantivos se vuelven plurales al repetir la primera sílaba (Sullivan, 2014).
Un jardín amurallado se denominaba xochitepanyo. Los jardines de recreación para la clase gobernante eran designados con el vocablo de xochiteipancalli o “palacio de flores”, y el jardín de la gente común se llamaba xochichinancali, sitio de flores rodeado por una barda hecha de cañas o de ramas (Nutall, 2002).
Heyden, en 2002, comenta que durante la fiesta 7 tecuilhuitontli la única actividad era gozar de las flores, y cita estas palabras de Fray Diego Durán “los señores no salían de sus casas, no se entendían en cosa alguna, más de estarse sentados…cercados de flores”. Es fácil imaginar que parte del deleite lo ofrecía la enorme cantidad de colores inherentes a las flores, que creaban verdaderas “áreas multicolor”.
Parque nacional del Tepeyac, ajardinado con una
gran variedad de plantas exóticas y césped.
Hoy en día parece que nos conformamos con tener, literalmente, “áreas verdes”, cubiertas principalmente de pasto. El cultivo de flores es complicado y requiere tiempo del que la mayoría no dispone. Para volver a disfrutar de “áreas multicolor” como lo hicieron “los señores” que celebraban la 7 tecuilhuitontli, proponemos la utilización de crasuláceas mexicanas, pues éstas ofrecen una gran variedad de colores.
En estado vegetativo (sin flores), la gama de colores de las crasuláceas va desde diferentes tonalidades de verde, pasando por tonalidades rosadas hasta llegar al rojo oscuro. En estado generativo (cuando florecen), la gama de colores de las crasuláceas aumenta significativamente: las tonalidades de sus tallos se diversifican, y les brotan flores que llegan a ser bicolores y hasta tricolores: a menudo, al interior de sus corolas exhiben un color diferente al del resto de la flor, y algunas otras veces los sépalos mismos difieren del color verde que generalmente tienen. (Meyrán y López, 2003).
Esta explosión de colores nos puede remitir al pasado de los jardines prehispánicos, sin el trabajo exhaustivo que dichos jardines seguramente requerían. Aunado a lo anterior, se puede jugar con los ciclos de floración: las crasuláceas se pueden colocar de manera estratégica para que a lo largo del año tuviéramos floraciones que asemejaran fuentes brotantes, llenando de colorido diferentes partes del espacio en secuencias previamente diseñadas.
Las crasuláceas exhiben una enorme variedad de colores,
ideal para la creación de Áreas Multicolor.
BibliografíaSullivan, Thelma D. 2014. Compendio de la gramática náhuatl. UNAM, Instituto de Investigaciones Históricas. 30-31 p.p.
Meyrán, G.J. y L. López Ch. 2003. Las Crasuláceas de México. Sociedad Mexicana de Cactología. A.C. D.F. México. 234 p.p.
Heyden, D. 2002. Jardines Botánicos Prehispánicos. Arqueología Mexicana X (57): 18-23 p.p.
Nutall, Z. 2002. Los Jardines del Antiguo México. Arqueología Mexicana X (57): 16-17 p.p.
